ENTREVISTA / De visita en Madrid para inaugurar el curso de la Universidad San Dámaso, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal Luis Francisco Ladaria, SJ, reivindica el papel de los laicos en la Iglesia y recuerda que «somos responsables todos de todos»
Usted se formó, entre otros lugares, en la Universidad Pontificia Comillas, aquí en Madrid, y ahora viene a abrir el curso académico de la Universidad San Dámaso, que cumple 25 años. ¿Por qué son importantes centros así?
La Iglesia no es monocorde, es sinfónica, y esto ya lo decía san Irineo de Lyon hace muchos siglos. La Iglesia es la voz de muchas aguas, como recoge la Biblia, y la teología tiene que ser sinfónica. Está muy bien que haya diferentes voces, diferentes facultades… Todo enriquece y ninguno tiene que creerse superior a los demás, sino que todos juntos participamos en esta sinfonía de la fe, que es lo que importa.
La teología importa, naturalmente, pero lo que importa es la fe, y la teología está al servicio de la fe. Si la teología no sirve para que crezcan la fe y el amor de Dios, es contraproducente.
Diserta sobre la teología del Padre, fuente y origen, ¿hemos perdido esa referencia en Occidente?
No, qué va. Esta expresión, fons et origo, la he sacado de los concilios de Toledo, que se inspiraron mucho en san Agustín.
No me refiero tanto al ámbito de la teología, sino entre la gente de a pie…
Siempre tenemos que volver a las verdades fundamentales. En mi conferencia hago unas reflexiones inactuales porque inactual quiere decir que es de siempre, que no es una cosa de interés de hoy. El Padre es la fuente y Jesús se dirigía siempre al Padre, ¿qué significa esto? Jesús nos invita a rezar el padrenuestro, ¿qué significa esto? Cambia todo.
Hablemos ya de su trabajo como prefecto… Su último documento fue el rechazo a la bendición de las uniones homosexuales. ¿Qué diría a quienes ven una contradicción con la acogida a estas personas como pide el Papa?
Les diría una cosa muy sencilla: que lean atentamente lo que dice el Papa Francisco y que lean atentamente el texto de la congregación. No son cosas distintas, sino que son perfectamente coherentes.
El Papa, por ejemplo, cuando volvía hace poco de Eslovaquia, insistió muy fuertemente en lo que significa el matrimonio cristiano. A la vez, todos tenemos que acoger a estas personas, ¿quién lo duda? También Dios las quiere, ¿quién lo duda? Si ha habido rechazo social, esto no va, es ir contra la fe y contra la moral cristiana. Eso es muy claro.
Acaban de institucionalizar que las mujeres accedan a los ministerios de acólito y lector. Es un paso para la participación real y efectiva de cada bautizado en la misión de la Iglesia. ¿Queda camino que recorrer?
Siempre queda camino por recorrer. ¿Cuál era el principio de esta modificación de Ministeria quaedam de los tiempos de Pablo VI? Estaba claro que el acolitado y el lectorado eran ministerios laicales. En un primer momento, por el peso de la historia, se redujeron a los varones. Y ahora hemos llegado a la conclusión de que, si son ministerios lai-ca-les [subraya las sílabas], son para todos los laicos y, por tanto, también para las laicas. No se podía excluir a las mujeres. Esto es muy positivo para la Iglesia y abre el camino, porque está dicho que pueden crearse otros ministerios –sea en la Iglesia universal, sea en las diferentes conferencias episcopales– según las necesidades pastorales.
El papel de la mujer en la Iglesia está creciendo y, en el Vaticano, hay mujeres con puestos de mucha responsabilidad. Que el ministerio sacerdotal esté reservado a los varones desde el comienzo de la Iglesia no es discriminar. En la Iglesia es muy importante el principio mariológico: María no fue sacerdote ni fue san Pedro, ni tuvo las llaves del Reino, y, no obstante, es la persona a la que nosotros más veneramos después de Nuestro Señor. Esto nos tiene que iluminar, nos tiene que abrir los horizontes.
Entiendo que este proceso irá muy ligado al camino sinodal…
Claro.
En el último año han hablado del cuidado de la vida y han abordado la moralidad de las vacunas, incidiendo en que son buenas para proteger a la población, especialmente a la más vulnerable, pero al mismo tiempo en que deben ser voluntarias. ¿Cómo mantener el equilibrio?
Sin bajar a la casuística, creo que tenemos una obligación con nosotros mismos y con los demás. No es algo que me toca solo a mí personalmente, sino que toca a la sociedad. Somos responsables todos de todos.
El Papa está insistiendo en que se avance en la vacunación en los países menos desarrollados…
Hay que procurar que los bienes de la tierra sean de todos. Estos bienes son la comida y la bebida, pero también la salud.
(Alfa y Omega) Rodrigo Pinedo 7 de Octubre de 2021
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