Muchos pensadores afirman que “la estabilidad política es el primer de los bienes comunes para el desarrollo de un país”. No obstante, para Haití, eso se convierte como algo inalcanzable. Esta inestabilidad política crónica, más los desastres naturales, generan en el país: pobreza, violencias callejeras, etc; todo lo cual le ha dejado como uno de los países más pobres de América.
Tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse recientemente, la clase política no ha sido capaz de sentarse para buscar una convivencia fraterna para el interés de todos. Se sigue con la misma dinámica de antes: lucha por el poder. La Conferencia Episcopal en repetidas ocasiones ha promovido que haya un diálogo sincero entre todos los actores para reconciliar la nación consigo misma, para mirar al futuro con ojos de esperanza, pero siempre fracasan en esta dinámica.
Es la hora de sentarnos como pueblo, para construir un país próspero, puesto que todos nosotros soñamos con vivir en un país estable y sin violencia. Sin embargo, para lograrlo, se debe iniciar primero con la construcción de un proyecto ciudadano en el cual se pondrá énfasis en el amor fraterno y de la patria y de la justicia social.
Más que nunca, en nuestra sociedad, se necesita una ruptura, sobretodo en la manera de hacer política, se necesita dialogar, de buscar un nuevo proyecto, otros puntos de equilibrio y nuevos paradigmas.
P. Renold ANTOINE, C.Ss.R