Nicaragua: Aviso a navegantes: La Iglesia no ha callado


"Esta semana inició con la expectativa de muchísimos sectores, incluyendo la oposición política y el régimen orteguista, de un nuevo comunicado emitido por la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) al finalizar su asamblea plenaria anual del convulso año 2018, que ya casi termina.

Tras tres días de reunión en el Seminario Nacional, los Obispos de Nicaragua emitieron un breve mensaje transmitido a través de la cadena televisiva de la Iglesia, dónde reiteraban su adhesión al pueblo. “Cuenten siempre con nosotros”, decía el cardenal Leopoldo Brenes, en su calidad de presidente de la CEN.

La estela de “decepción” por parte de la prensa secular en línea de franca oposición al régimen no se hizo esperar. Alguno incluso, en un tuit, habló de “el silencio de los obispos”. Nada más falso que la realidad.

Cabe señalar que los Obispos nicaragüenses suelen reunirse cada tres meses durante el año para evaluar el trabajo pastoral. Durante la última reunión anual, se hacen proyecciones pastorales para el siguiente año y se evalúa el desempeño de la labor realizada por todas las áreas de la Iglesia, que comprende un abanico amplio que abarca desde educación hasta la evangelización pasando por la pastoral social.

El mismo día que terminó el cónclave episcopal, unos amigos periodistas de la cadena televisiva Nicavisión me pidieron analizar el mensaje breve emitido por los obispos. Este se resumía en dos palabras, tan apremiantes como urgentes en el contexto actual que vive nuestro país: unidad y adhesión.

Comienzo con la primera palabra: UNIDAD. Sí… esa que ha estado rondando en los últimos meses con fuerza en la oposición política (que aún no termina de concretarse). Como es por todos sabido, la Iglesia ha estado desde el mes de julio bajo un ataque visceral impresionante por parte del régimen orteguista.

De dichos ataques no se salva ni siquiera el sumamente moderado y comedido arzobispo Leopoldo Brenes, a quiénes los propagandistas del orteguismo llaman con sorna “Avena Quaker”. Sí, lo dicen aquellos que antes llegaban a dar cobertura a todas sus giras pastorales, e iniciaban sus notas televisivas, radiadas o escritas llamándole: “Eminencia reverendísima…”. ¡Caras vemos, señores!

Desde el régimen, entonces, se ha intentado romper la unidad de la Iglesia nicaragüense. El ataque contra los obispos Álvarez, Báez y Mata tiene la intención de ponerlos como los “enfant terrible” del Episcopado; mientras intentan manipular las palabras de obispos como Brenes o Vivas Robelo; quiénes son mucho más cautos al hablar de la realidad nacional.

Sin embargo, que unos obispos sean más beligerantes al hablar que otros no significa que no sean un cuerpo colegiado unido. Las cartas pastorales más fuertes contra el gobierno de Ortega han sido firmadas por todos los obispos, incluyendo aquellos que la oposición política ve con desdén o desconfianza.

También la tranquilidad de Brenes, por ejemplo, no debe ser señal de complicidad. Para muestra un botón: En la semana que se iniciaron los ataques del orteguismo contra Monseñor Báez, el arzobispo dio una extensa entrevista al vaticanista Alver Metalli de Vatican Insider dónde reiteró tres cosas: Obispos quieren elecciones anticipadas libres y transparentes, que se escuchen las demandas del pueblo en la mesa de Diálogo Nacional y que cese el estado represivo en el que vive sometido el país desde el 18 de abril. Días después, Brenes también tildó de “pequeño grupito aislado” a la pseudo “comunidad San Pablo” (que en realidad son los CPC de la colonia 14 de Septiembre de Managua), quiénes sirvieron de punta de lanza al régimen contra Monseñor Báez.

Algo que también he aprendido a lo largo de mis años de cobertura a la Iglesia es que la institución es maestra en usar los signos para comunicar. Brenes salió acuerpado del resto de los obispos. Eso manda un mensaje poderoso: “Ut unun sint” (aquí todos somos uno). El segundo aspecto a destacar es la ADHESIÓN. ¿A quiénes? Pues al pueblo de Nicaragua, del que los obispos son parte, y a quiénes nunca han dejado solos. Sólo las mentes cortoplacistas y llenas de ideologización olvidarían todo lo que ha hecho la Iglesia Católica durante esta crisis.

Es que, durante la crisis, la Iglesia ciertamente, ha recibido apoyo de grupos sociales y alguno que otro medio de comunicación que no simpatiza enteramente con toda la doctrina que emana de ella. Entonces, es lógico entender que vean en la institución a un actor político y no a un grupo de pastores celosos por su grey que han intentado estar a la altura del momento histórico, sabiendo leer aquello que el Concilio Vaticano II llama “discernir los signos de los tiempos”.  

Para quiénes tenemos memoria histórica; no se nos olvidan los apremiantes llamados de Monseñor Báez la noche del 18 de abril. No se nos olvida que la Catedral de Managua fue refugio de muchachos atemorizados por las hordas criminales del oficialismo el 20 de abril. No se nos olvidará nunca que curas en Masaya, Matagalpa, León o Rivas se interpusieron entre las balas asesinas del gobierno represivo para salvar la vida de muchos manifestantes; como tampoco podemos olvidar a los mismos obispos con Santísimo en mano en Monimbó o Sébaco intentando detener una masacre. 

A mí, personalmente, no se me olvidará nunca el terror de la cara de los obispos y sacerdotes en la basílica de Diriamba, cuando eran atacados por paramilitares y turbas portátiles orteguistas mientras intentaban rescatar a unos jóvenes y religiosos franciscanos encerrados en el templo, por el mismo asedio realizado durante la masacre de Carazo, cometida el domingo 8 de julio.

A veces, sólo a veces, como periodistas o como laicos; solemos juzgar con dureza a la Iglesia. La ignorancia sobre temas religiosos en Nicaragua es grande. Apenas existe un puñado de periodistas que han dedicado su vida a reportar exclusivamente sobre la institución: sus logros y desatinos. Por ello, yo no me atrevería a llamar “silencio” la decisión episcopal de emitir un comunicado a la nación.

Las palabras bonitas se las suele llevar el viento. Las acciones son las que quedan en las memorias del pueblo, quién sabe responder con amor cuando se siente amado. Así lo decía ya el mismísimo San Romero de América. Por ello tampoco me sorprende que la Iglesia Católica sea la institución en la que más confían los nicaragüenses en este momento. El mismo arzobispo mártir solía decir que junto al pueblo “no cuesta ser buen pastor”.

El buen pastor, nos dice Jesucristo, da la vida por las ovejas. Eso han hecho los Obispos. Exponerse por amor a la incomprensión de unos y otros, a las balas asesinas de la dictadura, a falacias mediáticas y a iniciativas estúpidas salidas de cortesanos que seguramente “aconsejan” a los Nabucodonosores de turno en sus ataques a la Iglesia. (Y son pésimos por cierto, porque no pegan ni una, como decimos los nicas).

Son las acciones pues, las que han hablado y siguen hablando por los obispos de Nicaragua. Algunos hablan de silencios desde una cómoda oficina o una pantalla de televisión, y es que a veces, queremos que la Iglesia haga o diga lo que nos conviene y no escuchamos lo que ella tiene para decir a la luz del Evangelio.

Para finalizar, hay una canción del grupo “Jesuitas Acústico” que pide “que alguien se ponga de pie, que dé la cara”. Los curas han arriesgado su vida y todavía, como dice Jesús en el Evaneglio, “piden una señal”.

“Los fariseos y los saduceos se acercaron a Jesús y, para ponerlo a prueba, le pidieron que les mostrara una señal del cielo. Les contestó: «Al atardecer, decís que hará buen tiempo porque el cielo está rojizo, y por la mañana, que habrá tempestad porque el cielo está nublado y amenazante. Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no así las señales de los tiempos. Esta generación malvada y adúltera busca una señal milagrosa, pero no se le dará más señal que la de Jonás». Entonces Jesús los dejó y se fue”. (Mateo 16, 1-2).

Israel González Espinoza
Periodista nicaragüense especializado en temas religiosos.
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