Algunos se ensañan obsesivamente y la presentan como una Iglesia “efectivamente cismática”. En cambio, la comunidad católica china desde hace ya lustros ha encontrado sus caminos para atesorar la enseñanza ordinaria del Papa. Sin reticencias. Con manifestaciones de agradecimiento y entusiasmo que no tienen igual en muchas zonas de la catolicidad.
El próximo Sínodo católico sobre los jóvenes ya comenzó, y comenzó en China. En la arquidiócesis de Taiyuán, en la provincia del Shanxi, dos mil chicos y chicas de la región desfilaron por las calles de la ciudad el jueves pasado, en una procesión con los íconos de los santos modernos: la Madre Teresa, Juan Pablo II y San Jorge María Grassi, el vicario apostólico asesinado en 1900 en la revuelta de los Boxers (y canonizado precisamente por Juan Pablo II). Comenzó de esta manera el “año de los jóvenes”, convocado por la Iglesia local con la intención declarada de «caminar junto con la Iglesia universal, según la indicación del Papa Francisco, hacia la XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos». Los católicos de Taiyuán saben muy bien que la próxima reunión sinodal católica se concentrará en los jóvenes y en su «discernimiento vocacional». El obispo Pablo Meng Zhuyou, durante la misa, citó un dato de la cotidianidad normalmente ignorado por la retórica clerical que se gasta para describir a la Iglesia en China: «la falta de fe» es la que a menudo atrofia y vacía «el discernimiento vocacional».
La iniciativa de la arquidiócesis china de Taiyuán, bien documentada por la agencia vaticana Fides, es el último indicio de la rapidez con la que el catolicismo chino sigue y hace propias las sugerencias y las indicaciones pastorales que provienen de la Iglesia de Roma y de su obispo. La preciosa secuencia de noticias chinas “en sordina”, de la que se ha ocupado la agencia Fides, demuestra que desde hace por lo menos tres lustros las parroquias chinas se adecúan en tiempo real al magisterio ordinario que la Iglesia universal propone en su camino en la historia, para anunciar el Evangelio de la salvación a todos los hombres. Un dato que demuestra cuán engañosas e interesadas son las propagandas de quienes quieren grabar con fuego el estigma del cisma sobre toda la zona eclesial china, sometida a la política religiosa del gobierno.
Los tiempos “especiales” del Papa Wojtyla
En 2004, cuando Juan Pablo II anunció la intención de proclamar el Año de la Eucaristía, las noticias de la Fides (agencia de las Pontificias Obras Misionales, con sede en Roma) demuestran que la decisión del Papa fue divulgada en las iglesias chinas durante las misas dominicales del 13 de junio. Cuatro meses después, cuando comenzaba efectivamente el tiempo especial dedicado al sacramento de la comunión, en las misas de las parroquias de Pekín los sacerdotes explicaban las razones del Año de la Eucaristía, comentando la Carta apostólica “Mane nobiscum Domine”. Pocos meses después, cuando falleció Juan Pablo II, solamente en Pekín miles de fieles participaron en la misa solemne de sufragio por el Papa polaco, en la que participaron decenas de sacerdotes y cientos de seminaristas. Un poco más de un mes después, poco antes del Cónclave, en todas las parroquias se rezaba por la elección del futuro Pontífice, «con la esperanza de que el nuevo Papa pueda realizar el sueño de Juan Pablo II de visitar China». El 19 de abril, cuando se difundió la noticia de la elección del Papa Ratzinger, el sacerdote responsable de la editorial “Faith Press” declaró que: «ahora tenemos a Juan Pablo II en el cielo y a Benedicto XVI con nosotros aquí en la tierra, todos juntos guiados por el Espíritu Santo», y expresó su deseo de que «con el Papa Benedicto XVI se puedan abrir nuevas perspectivas en las relaciones entre China y el Vaticano».
La insistente serie de noticias de la Fides describe la red capilar de oraciones, liturgias, catequesis e iniciativas pastorales inspiradas directamente por el magisterio ordinario de la Iglesia, misma que se iba entretejiendo con el tejido ordinario de la vida eclesial de cada una de las diócesis y comunidades católicas chinas, marcando su rumbo y su camino cotidiano que avanzaba con la sencillez de la Tradición. Iban surgiendo los rostros íntimos y reales de una realidad de vida eclesial normalmente ignorada o incluso ocultada por estereotipos baratos que condicionan el “mainstream” mediático cuando intermitentemente fija su atención en el conrovertido “dossier” de las relaciones entre China y el Vaticano.
Del Año paulino al Año de la fe
Durante la primavera de 2005, el boletín “Faith”, publicado en Hebéi y dedicado al evento y a la elección del Papa Benedicto XVI, fue literalmente un “best-seller” en las parroquias chinas, y también se agotan en cuestión de pocas horas las fotografías de Juan Pablo II y del Papa apenas elegido. En 2008, cuando Ratzinger proclama el Año dedicado a San Pablo, en las comunidades y en las diócesis se registra un florecimiento robusto de iniciativas dedicadas al Apóstol de los Gentiles, que no parece tener igual en otras comunidades eclesiales. La diócesis de Wenzhou promovió conferencias sobre las cartas de Pablo; la de Changzhi inauguró cursos de teología misionera; en la diócesis de Yinchuán el obispo de 96 años Juan Bautista Liu Jing-shan (reconocido por Roma y por el gobierno) presidió la misa de apertura del Año paulino, animando a todos a «seguir las huellas del Apóstol misionero por excelencia, y la enseñanza del Santo Padre, con el testimonio de Cristo en la vida cotidiana». En Ningxia, el joven obispo coadjutor José Li Jing invitó a todos a «aprovechar al máximo el Año paulino para volver a impulsar la evangelización en todos los ámbitos», porque «cada uno de nosotros es misionero, y cada uno de nosotros está llamado a llevar por lo menos a una persona a la casa del Padre, siguiendo los pasos de san Pablo».
La misma premura por seguir las sugerencias del magisterio ordinario de la Iglesia se registró en China cuando Benedicto XVI llamó al Año sacerdotal. En muchas diócesis el final del Año Paulino coincidió con el inicio del nuevo Año especial dedicado a los sacerdotes. En la diócesis de Jinzhong, desde finales de junio de 2009, se presentó y estudió la Carta del Papa a los Sacerdotes; y contemporáneamente el obispo Juan Bautista Wang Jin le regalaba a cada cura una copia en chino de los escritos de San Juan María Vianney.
La inclinación a alimentar la vida pastoral de las diócesis chinas con el magisterio ordinario del Pontífice se manifestó también cuando el Papa Ratzinger anunció el Año de la Fe (del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013). Desde junio de 2012, la diócesis de Nanchong, en la provincia de Sichuán, organizó jornadas de estudio sobre la Carta apostólica “Porta fidei”, con la que Benedicto XVI proclamó el nuevo año especial. Los obispos chinos prestaron también mucha atención a la “Nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe”, difundida por la Congregación para la Doctrina de la Fe. La diócesis de Fengxiang, de la provincia de Shaanxi, organizó cursos de preparación para catequistas, «llamados a transmitir el anuncio del Evangelio con especial dedicación en el Año de la Fe». Una parroquia de la diócesis de Taiyuán organizó durante el año 13 cursos de estudio vinculados con el Año de la Fe. Los católicos de Huangshi, en la provincia de Hubéi, por su parte, vivieron el Año de la Fe con obras de caridad para las personas más necesitadas. En octubre de 2012, cuando comenzó efectivamente ese tiempo especial, nacieron en las diócesis católicas chinas constelaciones impresionantes de iniciativas inspiradas en las indicaciones de la “Porta fidei”.
En Lanzhou, el obispo José Han Zhihai (que en ese entonces todavía no contaba con el reconocimiento de las autoridades civiles como encargado de la diócesis) inauguró la “Asociación caritativa del Espíritu Santo”, y comenzó el Año de la Fe con una procesión y un discurso concentrado en el Catecismo de la Iglesia católica, con la exposición de los contenidos de la fe y de la doctrina católica afinados bajo la dirección del entonces cardenal Joseph Ratzinger. En la diócesis de Liaoning, el obispo Pablo Pei Junmin dedicó al Año de la Fe una Carta pastoral en la que exhortó a los fieles a recitar, reflexionar y profundizar el Credo. El 18 de noviembre de 2012, en el marco del Año de la Fe, en una parroquia de la diócesis de Haimen se administraron 766 confirmaciones, y quien celebraba fue el recién nombrado obispo José Shen Bin, que acababa de tomar las riendas de una diócesis que oficialmente había quedado vacante durante 30 años y en la que, sin el obispo, no se podía administrar el sacramento de la confirmación. Miles de fieles participaron en la celebración. En la homilía, Shen Bin (obispo ahora apreciado y reconocido por los apratos gubernamentales, actual vicepresidente de la Asociación patriótica y del Consejo de los obispos chinos, no reconocido por la Santa Sede) exhortó a los presentes a «responder al llamado del Papa para el Año de la Fe, en comunión con la Iglesia universal, para que todos los hermanos y las hermanas chinas y del mundo entero puedan gozar de la gracia del Señor Jesucristo».
La tenacidad de un afecto atormentado
En los años del Papa reinante, el deseo de los católicos chinos de saborear la comunión con la Iglesia universal, siguiendo el magisterio ordinario del Pontífice, encontró forma concreta (y nadie habría pronosticado los resultados) durante el Año Santo de la Misericordia. Multitudes de fieles atraviesan las Puertas Santas de las catedrales. Y multitudes de obispos difunden cartas pastorales para difundir las palabras del Papa Francisco sobre la misericordia. También en las descripciones del Jubileo de la Misericordia surgen los rasgos reales de la condición de la catolicidad en la China Popular del presente. Y se reconoce el gusto de saborear la comunión con el Papa y con la Iglesia universal. Signo evidente de que los contrastes que han sufrido los fieles chinos en las últimas décadas han hecho más fuerte y auténtico el afecto de los católicos chinos por el Sucesor de Pedro. Así, sin fanfarrias y sin ostentar ninguna “pertenencia” con reales o presuntos grupúsculos curiales vaticanos, en China se atesoran, en las vivencias eclesiales cotidianas, las sugerencias del magisterio “ordinario” del obispo de Roma. Y pueden quedarse tranquilos los fustigadores que siguen difundiendo sospechas y acusaciones contra los católicos chinos, que, en sus fantasías, denuncian cobardía y “cesiones” doctrinales con tal de tener un poco de visibilidad internacional.
(Gianni Valente)