(2-12-16) El 3 de diciembre de 1552 moría San Francisco Javier, patrono de las
misiones, en la isla china de Shangchuan. Desde la isla se veía el continente.
En su recuerdo, en 1869, se construyó un santuario. Destruido se volvió a
construir una reproducción del mismo en 1986.
Según
informa la agencia católica UCAN, mañana día de la fiesta del patrono de las
misiones, desgraciadamente, los peregrinos no podrán visitar el santuario por
los trabajos de renovación a los que está siendo sometido. Se están arreglando
la capilla y el cementerio. Todo ello a cargo del gobierno chino que tiene
planes para el lugar que harían sonreír al santo navarro. Puede que en el 2018
se convierta en Patrimonio del Humanidad.
Y es
que el gobierno chino ha presentado a la UNESCO 30 lugares históricos para que
sean incluidos en la lista de patrimonio de la humanidad, uno de ellos este
santuario, donde está la tumba vacía del santo. En este santuario de Sanchón,
como llamaron los navegantes portugueses a la isla – más tarde sería conocida
como San Juan –, estuvo enterrado sólo dos meses antes de que sus restos fueran
llevados, primero, a Malaca y, después, a Goa, India, donde descansan en la
actualidad.
El
Papa Francisco, en la Iglesia del Gesù, la Iglesia de los jesuitas de Roma,
recordó el momento de la muerte del Patrono de las Misiones: “Siempre me ha
gustado pensar en el ocaso del jesuita, cuando un jesuita acaba su vida, cuando
declina. Y recuerdo siempre dos imágenes de este ocaso del jesuita: una clásica,
la de san Francisco Javier, mirando China. El arte ha pintado muchas veces este
ocaso, este final de Javier. También la literatura, en ese bello fragmento de
Pemán. Al final, sin nada, pero ante el Señor; esto me hace bien: pensar en
esto. El otro ocaso, la otra imagen que me viene como ejemplo, es la del padre
Arrupe en el último coloquio en el campo de refugiados, cuando nos había dicho
—lo que él mismo decía— «esto lo digo como si fuera mi canto del cisne: orad».
La oración, la unión con Jesús. Y, después de haber dicho esto, tomó el avión,
llegó a Roma con el ictus, que dio inicio a aquel ocaso tan largo y tan
ejemplar. Dos ocasos, dos imágenes que a todos nosotros hará bien contemplar, y
volver a estas dos. Y pedir la gracia de que nuestro ocaso sea como el de
ellos”.
OMPRESS