Misión janeriana Caridad sin fronteras, en Copiapó, Chile
Quizá no todos tengamos en claro cual es nuestra misión en la vida pero lo lindo de ser cristiano es reconocer que creyendo en Dios todos tenemos una misión en común.
Todo cristiano esta llamado a ser misionero y a anunciar la presencia de Dios en cada uno de nosotros.
Esta experiencia de llevar la Fe cristiana a distintos hogares es la que vivimos los 38 laicos que nos unimos para dar lugar a la misión janeriana Caridad sin fronteras, que por tercer año consecutivo se llevó a cabo en la ciudad de Copiapó, Chile.
Con la palabra de Dios y el carisma de la Madre Ana Maria Janer como estandarte nos enfocamos en entregar y recibir amor, que es lo que nos pide Dios y también el Santo Padre especialmente en este Año de la Misericordia.
Fueron 13 días emocionantes y colmados de alegría. La alegría de saberse instrumento de Dios y que a través de nosotros muchos llegaron a El.
Para varios, como en mi caso, esta fue la primera experiencia de misión. Por esta razón nos dividimos en grupos y en compañia de las hermanas recorrimos algunas zonas de Paipote. Puerta a puerta. Escuchando, dando pero sobre todo recibiendo.
Visitamos alrededor de 60 familias, jugamos con 35 niños y enseñamos primeros auxilios a 10 adultos a lo largo de una semana.
En una zona sensible, por el aluvión que la afectó a principios de 2015 nos encontramos con personas humildes pero agradecidas. Gente que nos enseñó que a pesar de haber perdido todo, lo importante no es lo material sino la vida que Dios nos dió.
A pesar de la huella dejada por el barro que aún perdura en las casas, las personas que habitan en ellas están colmadas de fe.
Por todo esto, esta Misión fue una experiencia llena de Dios, que dejó en cada misionero un corazón más amplio para ver en el otro el rostro de Dios y sentir así la misericordia ante cada detalle de la vida.
(Valeria Galván)