Las preocupaciones sobre la realidad del país, la esperanza que dejan los últimos acontecimientos eclesiales como la visita del Papa Francisco y el V Congreso Eucarístico y el llamado a aprovechar la oportunidad del Jubileo de la Misericordia, entre otros, son parte del Mensaje al Pueblo de Dios que los Obispos de Bolivia presentaron a la conclusión de su Centésima Asamblea Ordinaria, que se desarrolló en Cochabamba, del 5 al 10 de noviembre.
Los Obispos de Bolivia, reunidos en la centésima Asamblea Ordinaria de la CEB, agradecemos al Señor y a todos los que nos han precedido en esta Iglesia por estos años de camino eclesial.
Damos gracias a Dios que nos concedió ser testigos de la visita de nuestro Pastor y guía, el Papa Francisco, quien nos ha dejado tantos gestos y palabras para alimentar nuestro compromiso de discípulos al servicio del Padre en la construcción del Reino y la búsqueda de progreso en unidad y libertad. El mismo Papa abrió el camino hacia el Congreso Misionero Americano (5CAM) del año 2018 en Santa Cruz, con la bendición de la cruz misional que comenzó a peregrinar en América.
El año de la misericordia
Acogemos con gozo su invitación a celebrar el Jubileo de la Misericordia a partir del 8 de diciembre, que será una oportunidad extraordinaria para poner el perdón de Dios en el primer lugar de nuestra vivencia cristiana.
El Santo Padre en su visita al penal de Palmasola nos introdujo en este Año Jubilar, cuando dijo: “El que está ante ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados. (Y es así como me presento). No tengo mucho más para darles u ofrecerles, pero lo que tengo y lo que amo, sí quiero dárselo, sí quiero compartirlo: es Jesús, Jesucristo, la misericordia del Padre”.
Invitamos a todos los hermanos bolivianos a fin de aprovechar esta oportunidad que ofrece el Año Jubilar de la Misericordia. ¿Quién no necesita ser perdonado? ¿Quién no necesita perdonar? ¿Se imaginan si fuese posible reconocer los errores y comenzar de nuevo? Con Cristo es posible, porque El es la misericordia del Padre que se ha hecho cercana y tangible. “Un amor que sana, perdona, levanta, cura. Un amor que se acerca y devuelve dignidad. Una dignidad que la podemos perder de muchas maneras y formas. Pero Jesús es un empecinado de esto: dio su vida por esto, para devolvernos la identidad perdida, para revestirnos con toda su fuerza de dignidad” (Papa Francisco: discurso en Palmasola).
Frente a los problemas de la vida familiar, social y política ¿seremos capaces de pedir perdón?; ¿Seremos capaces de perdonar? Nos falta valentía a todos, porque el orgullo empaña las relaciones humanas y nos hacemos grandes, poderosos, en lugar de hacernos pequeños como Jesús nos dijo: “Si no se hacen como niños no entrarán al Reino de Dios” (Mt 18,3). El niño, el pequeño, puede cambiar, pero al grande, al orgulloso, al poderoso le cuesta cambiar porque se resiste a reconocer sus errores.
No nos dejemos robar la esperanza.
El Año Jubilar de la Misericordia es un tiempo para mirar de forma diferente la realidad que viven los últimos, los descartados en nuestro país. El Papa dijo rotundamente en su discurso a los movimientos populares: “Quiero hablar de un cambio en otro sentido. Un cambio positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio –podríamos decir- redentor. Porque lo necesitamos… Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza individualista que esclaviza,”. Ahora es el tiempo para el cambio que nos ayude a actuar, como personas, comunidades e instituciones ante la situación de los niños que no tienen familia o viven sin ser acompañados por sus padres. Seguir trabajando por las mujeres víctimas del maltrato y la violencia, incluso por el grave problema del feminicidio que lejos de disminuir, aumenta en el país. Ofrecer oportunidad a los jóvenes que sufren a causa del desempleo o el subempleo.
Hacemos oír nuestra voz ante la capciosa interpretación de las normas para imponer como obligatorias las excepciones del aborto impune propiciando así la muerte de tantos inocentes sin respetar el sufrimiento de las madres, el profundo sentido de respeto a la vida de nuestras culturas originarias y el legítimo derecho a la objeción de conciencia de los operadores de salud. Es necesario ofrecer mayor orientación, ayuda y sustento para quién se encuentra en situación de dificultad.
Vivimos un tiempo caracterizado por la exaltación de las ideologías que no dejan ver la realidad de los más necesitados ni escuchar su voz. Muchos tienen miedo a expresar una opinión diferente del pensamiento ideológico dominante que se pretende imponer a toda costa, amedrentando y descalificando al que piensa distinto. Así mismo, se imponen gastos en obras no esenciales, descuidando la salud y la educación e ignorando las prudentes llamadas a asumir políticas de austeridad. La violencia, fruto de la ausencia de valores, genera la inseguridad ciudadana y crece en nuestras ciudades acobardando a nuestro pueblo y perjudicando a la gente más vulnerable. El narcotráfico y la adicción a la droga, van ganando terreno en el país, mientras tanto la gente sufre sus consecuencias. La corrupción quita a los que siguen marginados la oportunidad de un justo rescate; la impunidad política y judicial ampara y avala esta situación. “Entonces, si reconocemos esto, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio” (Discurso Papa Francisco a los Movimientos populares). No nos dejemos robar la esperanza de lograr un verdadero cambio.
Cada vez se hace más difícil realizar la labor de promoción humana para los más necesitados de la sociedad a través de los centros de asistencia social a personas con capacidades diferentes, ancianos y enfermos mentales; con los hogares de niños abandonados; con la educación formal e informal. Esto sucede porque se trata impositiva y económicamente con las mismas exigencias a las obras sociales de servicio y sin fines de lucro que a las empresas que generan ganancias. Todo esto es desigualdad social y provoca una mayor injusticia.
El camino eclesial
El Santo Padre inauguró el V° Congreso Eucarístico con el lema: “Pan partido para la vida del mundo”, que hemos celebrado en Tarija en Septiembre de este año con el objetivo de conocer más y celebra mejor. Cada Eucaristía es un inmenso regalo y a veces, ¡qué poco agradecidos somos con el regalo de Dios y qué poco lo valoramos! En la participación a la Eucaristía dominical llamamos a una respuesta alegre y agradecida a la iniciativa misericordiosa de Dios. Deseamos que cada Asamblea Eucarística ponga a los más pobres en el centro de nuestras preocupaciones y que nos haga capaces de compartir la verdad de lo que somos y tenemos.
Finalizando este año dedicado a la Vida Consagrada y concluido el Sínodo de la Familia que nos invita a sostenerla en su caminar, empezamos el Año de la misericordia y el tiempo de Adviento, dando atención a los más pobres, entre los cuales quiso nacer el Hijo de Dios haciéndose uno de nosotros para enriquecernos con su pobreza!
Que la Santísima Virgen, Madre de Misericordia, nos ayude a vivir los acontecimientos del tiempo presente con un gran deseo de hacernos servidores los unos de los otros.
Gracias Papa Francisco por tu visita y por el regalo del Año Jubilar de la Misericordia.
Los Obispos de Bolivia
Cochabamba, 10 de noviembre de 2015
“MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE”
(Misericordiae Vultus)
Los Obispos de Bolivia, reunidos en la centésima Asamblea Ordinaria de la CEB, agradecemos al Señor y a todos los que nos han precedido en esta Iglesia por estos años de camino eclesial.
Damos gracias a Dios que nos concedió ser testigos de la visita de nuestro Pastor y guía, el Papa Francisco, quien nos ha dejado tantos gestos y palabras para alimentar nuestro compromiso de discípulos al servicio del Padre en la construcción del Reino y la búsqueda de progreso en unidad y libertad. El mismo Papa abrió el camino hacia el Congreso Misionero Americano (5CAM) del año 2018 en Santa Cruz, con la bendición de la cruz misional que comenzó a peregrinar en América.
El año de la misericordia
Acogemos con gozo su invitación a celebrar el Jubileo de la Misericordia a partir del 8 de diciembre, que será una oportunidad extraordinaria para poner el perdón de Dios en el primer lugar de nuestra vivencia cristiana.
El Santo Padre en su visita al penal de Palmasola nos introdujo en este Año Jubilar, cuando dijo: “El que está ante ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados. (Y es así como me presento). No tengo mucho más para darles u ofrecerles, pero lo que tengo y lo que amo, sí quiero dárselo, sí quiero compartirlo: es Jesús, Jesucristo, la misericordia del Padre”.
Invitamos a todos los hermanos bolivianos a fin de aprovechar esta oportunidad que ofrece el Año Jubilar de la Misericordia. ¿Quién no necesita ser perdonado? ¿Quién no necesita perdonar? ¿Se imaginan si fuese posible reconocer los errores y comenzar de nuevo? Con Cristo es posible, porque El es la misericordia del Padre que se ha hecho cercana y tangible. “Un amor que sana, perdona, levanta, cura. Un amor que se acerca y devuelve dignidad. Una dignidad que la podemos perder de muchas maneras y formas. Pero Jesús es un empecinado de esto: dio su vida por esto, para devolvernos la identidad perdida, para revestirnos con toda su fuerza de dignidad” (Papa Francisco: discurso en Palmasola).
Frente a los problemas de la vida familiar, social y política ¿seremos capaces de pedir perdón?; ¿Seremos capaces de perdonar? Nos falta valentía a todos, porque el orgullo empaña las relaciones humanas y nos hacemos grandes, poderosos, en lugar de hacernos pequeños como Jesús nos dijo: “Si no se hacen como niños no entrarán al Reino de Dios” (Mt 18,3). El niño, el pequeño, puede cambiar, pero al grande, al orgulloso, al poderoso le cuesta cambiar porque se resiste a reconocer sus errores.
No nos dejemos robar la esperanza.
El Año Jubilar de la Misericordia es un tiempo para mirar de forma diferente la realidad que viven los últimos, los descartados en nuestro país. El Papa dijo rotundamente en su discurso a los movimientos populares: “Quiero hablar de un cambio en otro sentido. Un cambio positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio –podríamos decir- redentor. Porque lo necesitamos… Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza individualista que esclaviza,”. Ahora es el tiempo para el cambio que nos ayude a actuar, como personas, comunidades e instituciones ante la situación de los niños que no tienen familia o viven sin ser acompañados por sus padres. Seguir trabajando por las mujeres víctimas del maltrato y la violencia, incluso por el grave problema del feminicidio que lejos de disminuir, aumenta en el país. Ofrecer oportunidad a los jóvenes que sufren a causa del desempleo o el subempleo.
Hacemos oír nuestra voz ante la capciosa interpretación de las normas para imponer como obligatorias las excepciones del aborto impune propiciando así la muerte de tantos inocentes sin respetar el sufrimiento de las madres, el profundo sentido de respeto a la vida de nuestras culturas originarias y el legítimo derecho a la objeción de conciencia de los operadores de salud. Es necesario ofrecer mayor orientación, ayuda y sustento para quién se encuentra en situación de dificultad.
Vivimos un tiempo caracterizado por la exaltación de las ideologías que no dejan ver la realidad de los más necesitados ni escuchar su voz. Muchos tienen miedo a expresar una opinión diferente del pensamiento ideológico dominante que se pretende imponer a toda costa, amedrentando y descalificando al que piensa distinto. Así mismo, se imponen gastos en obras no esenciales, descuidando la salud y la educación e ignorando las prudentes llamadas a asumir políticas de austeridad. La violencia, fruto de la ausencia de valores, genera la inseguridad ciudadana y crece en nuestras ciudades acobardando a nuestro pueblo y perjudicando a la gente más vulnerable. El narcotráfico y la adicción a la droga, van ganando terreno en el país, mientras tanto la gente sufre sus consecuencias. La corrupción quita a los que siguen marginados la oportunidad de un justo rescate; la impunidad política y judicial ampara y avala esta situación. “Entonces, si reconocemos esto, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio” (Discurso Papa Francisco a los Movimientos populares). No nos dejemos robar la esperanza de lograr un verdadero cambio.
Cada vez se hace más difícil realizar la labor de promoción humana para los más necesitados de la sociedad a través de los centros de asistencia social a personas con capacidades diferentes, ancianos y enfermos mentales; con los hogares de niños abandonados; con la educación formal e informal. Esto sucede porque se trata impositiva y económicamente con las mismas exigencias a las obras sociales de servicio y sin fines de lucro que a las empresas que generan ganancias. Todo esto es desigualdad social y provoca una mayor injusticia.
El camino eclesial
El Santo Padre inauguró el V° Congreso Eucarístico con el lema: “Pan partido para la vida del mundo”, que hemos celebrado en Tarija en Septiembre de este año con el objetivo de conocer más y celebra mejor. Cada Eucaristía es un inmenso regalo y a veces, ¡qué poco agradecidos somos con el regalo de Dios y qué poco lo valoramos! En la participación a la Eucaristía dominical llamamos a una respuesta alegre y agradecida a la iniciativa misericordiosa de Dios. Deseamos que cada Asamblea Eucarística ponga a los más pobres en el centro de nuestras preocupaciones y que nos haga capaces de compartir la verdad de lo que somos y tenemos.
Finalizando este año dedicado a la Vida Consagrada y concluido el Sínodo de la Familia que nos invita a sostenerla en su caminar, empezamos el Año de la misericordia y el tiempo de Adviento, dando atención a los más pobres, entre los cuales quiso nacer el Hijo de Dios haciéndose uno de nosotros para enriquecernos con su pobreza!
Que la Santísima Virgen, Madre de Misericordia, nos ayude a vivir los acontecimientos del tiempo presente con un gran deseo de hacernos servidores los unos de los otros.
Gracias Papa Francisco por tu visita y por el regalo del Año Jubilar de la Misericordia.
Los Obispos de Bolivia
Cochabamba, 10 de noviembre de 2015