OMPRESS-TARRAGONA
(21-10-15) Este pasado lunes día 19 tenía lugar en Tarragona la jornada de
formación permanente para sacerdotes y diácono de la archidiócesis catalana. Una
jornada intensamente misionera al centrarse en el 50 aniversario del decreto
misionero del Vaticano II, el “Ad gentes” y sobre su actualidad hoy, después de
medio siglo.
La
conferencia del padre Vito del Prete, secretario general de la Pontificia Unión
Misional, una de las cuatro Obras Misionales Pontificias, fue el punto central
de esta jornada de formación. Un sacerdote diocesano que aúna en sí experiencia
misionera – es miembro del PIME, el Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras
– y la visión de colaborar con el esfuerzo misionero de la Iglesia desde la
Congregación para la Evangelización de los Pueblos en Roma.
“Con
el Vaticano II el anciano Pontífice abría una nueva página en la historia de la
Iglesia, incluso a nivel de teología y práctica misionera”, recordaba Vito del
Prete, quien además señalaba cómo la lapidaria afirmación del párrafo 2 del
documento – “la Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza” marchó la
responsabilidad directa de la Iglesia local en la misión, que antes parecía
encomendada a unos pocos, los misioneros.
La
actualidad del decreto ad gentes, señalaba el misionero del PIME, se palpa en
redescubrir a la Iglesia como comunión. Una comunión “que fundamenta el modelo y
la metodología de la actividad evangelizadora en todos sus aspectos”. El modelo
Iglesia–Comunión “exige un cambio sustancial de mentalidad, y, como
consecuencia, de la actividad evangelizadora”, porque la “la finalidad de la
misión evangelizadora es la comunión de todos los pueblos con Dios y entre
ellos”.
“Las
misiones”, explicaba, “son una etapa provisional, y la presencia de los
misioneros es solo temporal y transitoria. La finalidad de la actividad
misionera es la fundación de Iglesias, que sean autosuficientes”. El decreto “ad
gentes” y el espíritu del concilio Vaticano II llevaron a considerar a la
Iglesia local como lo que es, “la Iglesia universal que pone su tienda entre los
hombres de cada tiempo y lugar”. Por eso, “es necesario afirmar con fuerza que
todas las Iglesias, también las de reciente fundación, son agentes y
responsables primeros de la evangelización”. Vito del Prete señalaba que “hoy,
cooperación no indica solamente ayuda o apoyo a la misión, sino que es más bien
participación directa en la misión universal. Es deber de cada iglesia ‘estar en
misión’. Aquí, cooperación es evangelización”.
Presentaba
como modelo de “cooperación”, la colecta que San Pablo solicitó al resto de las
Iglesias para ayudar a la Iglesia de Jerusalén, de la que ponía de relieve sus
rasgos: la colecta cristiana debe tener una connotación cristológica, por lo que
“el dinero debe convertirse en el signo e instrumento de una oblación de sí
mismos, en primer lugar al Señor y después a los hermanos”. También ha de tener
una connotación eclesiológica, “debe llegar a ser cada vez más signo de la
comunión entre las Iglesias, de la solicitud de la solicitud recíproca, que
tiende a que haya igualdad entre los miembros de la misma familia”. La colecta
y, en consecuencia, el dinero, “debe ser incluido en la dinámica del misterio
cristiano, para que sea un instrumento de evangelización”.
Concluía
el responsable de la Pontificia Unión Misional aclarando que “la misión
evangelizadora ya no se puede pensar ni realizar más como el envío de una
Iglesia a otra, sino esencialmente como reciprocidad, como cooperación entre las
Iglesias en favor del único proyecto salvífico de Dios”.
En
la segunda parte de la jornada, Anastasio Gil, director nacional de las Obras
Misionales Pontificias, presentaba las cuatro obras pontificas a los asistentes,
dando a conocer la riqueza que encierran y su aportación a la labor
evangelizadora. Ana González, delegada diocesana de misiones de Tarragona,
recordaba el compromiso como Iglesia con les necesidades pastorales concretas de
las Iglesias Jóvenes, como son la traducción de biblias a su lengua, la ayuda en
formación en comunidades de base, la formación de catequistas, la reconstrucción
de iglesias… necesidades a las que sólo “podemos responder nosotros, como
Iglesia”.