Muchos se sorprenden de que Papa Francisco haya hablado de «reconciliación» en su primer discurso, como si indicara la palabra clave de su peregrinaje. El tema fue también retomado por el presidente Sirisena, que se comprometió a sacar adelante el proceso de reconciliación nacional. Un camino necesario para mantener la paz, garantizada con el fin del conflicto civil que duró 30 años y que provocó alrededor de 100 mil víctimas y un millón y medio de desplazados.
Pero, ¿a cinco años del fin de la guerra, en 2009, cuáles son los pasos concretos y los obstáculos en este camino? El Papa indicó que la «justicia y la verdad» generan la reconciliación: dos criterios necesarios no para «volver a abrir viejas heridas», sino para «promover su curación y la unidad». Piensa de la misma manera la población tamil, que es la que más sufrió durante la guerra, sobre todo en la última fase, cuando el entonces presidente Rajapaksa autorizó una ofensiva militar indiscriminada en contra de las guerrillas de los ‘tigres tamiles’, y que tuvo un impacto trágico en la población civil.
En la fase post-bélica, las palabras de la reconciliación fueron balbuceos y las acciones casi inexistentes. La Comisión creada por el gobierno ha tenido un papel meramente decorativo, mientras que los territorios de los tamiles siguen bajo una ocupación militar.S.V.B. Mangalarajah, sacerdote de la diócesis de Jaffna, ciudad en territorio tamil y que fue uno de los focos del conflicto, describe a Vatican Insider los pasos necesarios para la reconciliación. Convirtiéndose en vocero de los sentimientos de la minoría tamil, alrededor del 20% de la población, Mangalarajah, que guía la comisión diocesana Justicia y Paz, considera fundamental que el Papa haya «tocado cuestiones todavía no resueltas» y espera que el nuevo gobierno «dé una señal positiva» para poner en marcha seriamente la pacificación nacional.La primera cuestión, indica el sacerdote, es «fincar responsabilidades por las violaciones de los derechos humanos, en particular durante las fases finales de la guerra», recordando la cuestión nebulosa de los desaparecidos (alrededor de 10 mil personas) y de las fosas comunes. Entre los desaparecidos hay muchos fieles católicos y sacerdotes tamiles secuestrados por el ejército y que nunca fueron liberados. Los últimos casos fueron los de los sacerdotes de Jaffna Jim Brown, de 34 años, que desapareció en 2006, y Francis Joseph, que desapareció en 2009.
La segunda cuestión son las tierras de los tamiles: «El 90% de los territorios ocupados durante la guerra todavía no ha sido devuelto a los legítimos propietarios. También la Iglesia católica perdió, entre los terrenos confiscados, tres parroquias con varias Iglesias, capillas e institutos. Muchos terrenos de la costa fueron secuestrados arbitrariamente y otorgados a los militares a funcionarios públicos para que construyeran hoteles o residencias de lujo, afectando a los pescadores».Otro problema (que en el pasado provocó el uso de expresiones como «genocidio tamil») es el control demográfico coercitivo de la población tamil: las mujeres, en algunos distritos, se ven obligadas a asumir fármacos para que disminuyan los nacimientos. Durante los últimos años, explica el sacerdote, se ha puesto en marcha «una colonización étnica, cultural y religiosa, patrocinada por el gobierno. Colonos cingaleses han migrado en masa para ‘normalizar’ las áreas históricamente tamiles».
Además, la imponente presencia militar ha provocado numerosos casos de abusos sexuales, «del todo impunes», contra las jóvenes mujeres tamiles. Y sigue pendiente la suerte de miles de «prisioneros políticos» en las cárceles estatales (hay algunos presos desde hace 15 años): civiles, mujeres, ancianos, enfermos a menudo acusados de haber dado comida a los guerrilleros.La Iglesia apoya una «solución política» tras el conflicto: «esto es lo que esperamos del nuevo gobierno. La solución podría ser la de una autonomía de tipo federal con una descentralización de los poderes», indicó el religioso.Mientras tanto, la obra de reconciliación que los católicos promueven parte desde abajo: no faltan los encuentros, los intercambios de experiencias y las iniciativas para volver a construir la confianza recíproca entre las dos comunidades que se alejaron con la guerra. «La población está traumatizada por haber vivido la violencia, los asesinatos, los lutos. Hoy trabajamos duramente para la reconciliación, acompañando a la gente para que supere esta fase y para que vuelva a tener confianza en Dios». El plan espiritual es muy importante, «y no falta la buena voluntad en ambas partes».
Paolo Affatato
http://vaticaninsider.lastampa.it/es/en-el-mundo/dettagliospain/articolo/francesco-filippine-38534/
Pero, ¿a cinco años del fin de la guerra, en 2009, cuáles son los pasos concretos y los obstáculos en este camino? El Papa indicó que la «justicia y la verdad» generan la reconciliación: dos criterios necesarios no para «volver a abrir viejas heridas», sino para «promover su curación y la unidad». Piensa de la misma manera la población tamil, que es la que más sufrió durante la guerra, sobre todo en la última fase, cuando el entonces presidente Rajapaksa autorizó una ofensiva militar indiscriminada en contra de las guerrillas de los ‘tigres tamiles’, y que tuvo un impacto trágico en la población civil.
En la fase post-bélica, las palabras de la reconciliación fueron balbuceos y las acciones casi inexistentes. La Comisión creada por el gobierno ha tenido un papel meramente decorativo, mientras que los territorios de los tamiles siguen bajo una ocupación militar.S.V.B. Mangalarajah, sacerdote de la diócesis de Jaffna, ciudad en territorio tamil y que fue uno de los focos del conflicto, describe a Vatican Insider los pasos necesarios para la reconciliación. Convirtiéndose en vocero de los sentimientos de la minoría tamil, alrededor del 20% de la población, Mangalarajah, que guía la comisión diocesana Justicia y Paz, considera fundamental que el Papa haya «tocado cuestiones todavía no resueltas» y espera que el nuevo gobierno «dé una señal positiva» para poner en marcha seriamente la pacificación nacional.La primera cuestión, indica el sacerdote, es «fincar responsabilidades por las violaciones de los derechos humanos, en particular durante las fases finales de la guerra», recordando la cuestión nebulosa de los desaparecidos (alrededor de 10 mil personas) y de las fosas comunes. Entre los desaparecidos hay muchos fieles católicos y sacerdotes tamiles secuestrados por el ejército y que nunca fueron liberados. Los últimos casos fueron los de los sacerdotes de Jaffna Jim Brown, de 34 años, que desapareció en 2006, y Francis Joseph, que desapareció en 2009.
La segunda cuestión son las tierras de los tamiles: «El 90% de los territorios ocupados durante la guerra todavía no ha sido devuelto a los legítimos propietarios. También la Iglesia católica perdió, entre los terrenos confiscados, tres parroquias con varias Iglesias, capillas e institutos. Muchos terrenos de la costa fueron secuestrados arbitrariamente y otorgados a los militares a funcionarios públicos para que construyeran hoteles o residencias de lujo, afectando a los pescadores».Otro problema (que en el pasado provocó el uso de expresiones como «genocidio tamil») es el control demográfico coercitivo de la población tamil: las mujeres, en algunos distritos, se ven obligadas a asumir fármacos para que disminuyan los nacimientos. Durante los últimos años, explica el sacerdote, se ha puesto en marcha «una colonización étnica, cultural y religiosa, patrocinada por el gobierno. Colonos cingaleses han migrado en masa para ‘normalizar’ las áreas históricamente tamiles».
Además, la imponente presencia militar ha provocado numerosos casos de abusos sexuales, «del todo impunes», contra las jóvenes mujeres tamiles. Y sigue pendiente la suerte de miles de «prisioneros políticos» en las cárceles estatales (hay algunos presos desde hace 15 años): civiles, mujeres, ancianos, enfermos a menudo acusados de haber dado comida a los guerrilleros.La Iglesia apoya una «solución política» tras el conflicto: «esto es lo que esperamos del nuevo gobierno. La solución podría ser la de una autonomía de tipo federal con una descentralización de los poderes», indicó el religioso.Mientras tanto, la obra de reconciliación que los católicos promueven parte desde abajo: no faltan los encuentros, los intercambios de experiencias y las iniciativas para volver a construir la confianza recíproca entre las dos comunidades que se alejaron con la guerra. «La población está traumatizada por haber vivido la violencia, los asesinatos, los lutos. Hoy trabajamos duramente para la reconciliación, acompañando a la gente para que supere esta fase y para que vuelva a tener confianza en Dios». El plan espiritual es muy importante, «y no falta la buena voluntad en ambas partes».
Paolo Affatato
http://vaticaninsider.lastampa.it/es/en-el-mundo/dettagliospain/articolo/francesco-filippine-38534/